Sonrisas

Wed, Jul 16, 2008 2-minute read

Empecé este libro en una furgoneta dirección a Barcelona, cansado después de un fin de semana en el País Vasco y sólo unos minutos después de haberme leído la última comedia de Eduardo Mendoza. Así pues, mi mente no estaba muy dispuesta a leer más, pero como no tenía nada mejor que hacer, la obligué a empezarse el Sonrisas de Bombai.

Y si hubiésemos llegado a Barcelona una hora más tarde me lo hubiera acabado.

Creo que este libro es el primero que me ha hecho llorar. Tal vez haya habido alguno más, aquellos que te explicaban de pequeño y que, por cierta razón que sólo los niños conocen, o te hacían llorar o te atontaban hasta que el sueño podía más que tú.

Estaba en Bombai y se me nublaban las letras. Había momentos en que debía parar de leer, pues no distinguía las palabras. Volvía a la furgoneta por unos segundos. Me daba cuenta de que estaba llorando, pero con una sonrisa en la cara. Me giraba, pues temía que alguien me hubiese visto, pero no, estaban todos dormidos. Volvía a Bombai.

El trabajo de Jaume es algo increíble. Ha encontrado más que la felicidad. Lo ha encontrado Todo. Su historia es tan maravillosa que no podía hacer más que llorar de felicidad y tener unas irremediables ganas de abrazarle.

Me transportó a la Índia más sucia y pobre, la India de los intocables, de la prostitución infantil, del contrabando de niños, del sin sentido, de la decadencia y de las mafias.

Me lo leí en dos días, pues me atrapó tanto que todo lo que me rodeaba me parecía una cosa totalmente desconocida. Y todavía me lo parece. Me dio un sentimiento de impotencia y unas ganas de ir a la India a ayudarlo en este trabajo impagable que casi dejo la universidad, dejo el grupo, amigos y familia para ir con él.

Pero no, sigo aquí. ¿Qué pasaría si todo esto fuera simplemente una estrategia de marketing para que todo el mundo pagara a Jaume 15€ al mes, mientras Jaume, en realidad, está en Hawai tomando el sol?

Pues que algo dentro de mí se rompería. Quiero creer en él. Quiero creer que esto existe. Y, en el fondo, si no existiera, escribir un libro como éste, que está inspirando a miles de personas, ya hace de este pequeño mundo un lugar en el que vale la pena vivir. Y en el que se pueden hacer pequeños cambios para hacerlo todavía mejor.

Debo ir a la India.

Gracias Padre, por el libro.